Comentario
Capítulo XXXVIII
De la gran Coya Rahua Ocllo, mujer de Huayna Capac, y del caso notable sucedido en el pueblo de Yauqui Supa
Por seguir el orden comenzado de tratar de las Coyas y Reinas consecutivamente a sus maridos, haré mención en este capítulo de Rahua Ocllo, mujer de Huaina Capac, aunque después, en la vida y sucesos de su hijo Huascar Ynga, tornaremos a tratar della, que su muerte fue cuando Huascar Inga, como entonces se dirá. Fue esta gran, Coya hermana y segunda mujer legítima de Huayna Capac, como se dijo, y por otro nombre se llamó Pilco Huaco. Fue de grandísima majestad y discreción y sobre todo piadosa y de mucha misericordia con los pobres, a los cuales siempre hacía muchas limosnas. Y juntamente con esto hacía beneficiar las chácaras y hacer abundancia de sementeras, y para ellos tenía muchos trojes y depósitos, para tener mucho que repartir. Salía de su palacio real raras veces, pero ésas con gran aplauso y señorío, acompañada de una infinidad de criados y ñustas que la servían, y cuando iba a hacer oración a su capilla, mandaba colgar con muchos paños de lipi todo el trecho que había desde su casa hasta la del Sol, y así mismo estaba el suelo por donde pisaba lleno de pajas doradas y muchos géneros de arcos de plumería y pájaros colgados de diversos géneros, y vuelta de su estación se encerraba y no veía al Ynga en cuatro días con sus noches, ni había ningún género de regocijo.
Su palacio tenía soberbiamente aderezado de todas las cosas que se podían imaginar. Fue su hijo, Huascar Ynga, heredero universal de estos Reinos, y una hija mujer del dicho Huascar Ynga, llamada Mama Huarcay, y por otro nombre Chuqillanto o Chuqui Huipa.
Por haber sucedido en tiempo deste Ynga Huaina Capac y de su mujer Rahua Ocllo, un caso admirable y digno de tener en la memoria los que hoy viven para con él amar y querer a los pobres (que a Cristo nuestro redentor que de rico y poderoso se hizo pobre y mendigo representan) quiero referirlo, aunque sea suspender en algo el hilo a la historia. Refieren los antiguos, que en el camino de Omasuyo, en la provincia de los canas y canchas, en un pueblo llamado Yanqui Supa, que está junto a una laguna grande, había un pueblo de canas, en el mismo lugar donde está la dicha laguna, y que estando los indios naturales dél muy alegres y regocijados en una fiesta y borrachera que hacían, llegó a ellos un hombre pobremente vestido y con grandes muestras de necesidad y miseria, les pidió limosna, y ellos, visto al pobre, en lugar de socorrerle y darle de comer, olvidados de lo que la ley natural enseña, le desecharon, haciendo burla y escarnio dél, mandándole que luego al momento se saliese del pueblo, porque si no le matarían. El pobre, oyendo palabras tan duras y dasabridas y el rigor tan inhumano con que le despedían, al instante se salió del dicho pueblo y luego vino sobre él el rigor de la divina justicia, que se anegó todo él, sin escapar persona viva de todos los moradores, y dello dicen procede la laguna, que está allí manifestando la malicia de los moradores y naturales dél y voceando con silencio mudo y dando a entender la justicia de Dios, y amonestando a todos los que la vieren y del suceso tuvieron noticia y memoria, a que con entrañas llenas de piedad socorramos a los pobres, dándoles de comer y cubriendo su desnudez, para que así el misericordioso Dios socorra nuestras necesidades y libre de los enemigos que nos persiguen. Dicen más los indios antiguos, que habrá setenta años, cuando los españoles nuevamente vinieron a esta tierra, salió de la dicha laguna una piedra larga de hasta diez palmos, labrada en cuadro, en la cual estaba esculpido un hombre vestido muy pobremente y por los lados dos pescados que le rodeaban, al cual hombre tienen estos indios por el pobre que pedía la limosna a los del pueblo anegado. Sea alabado y glorificado el Sumo Artífice y criador de todas las cosas visibles e invisibles que así con suma diligencia y justicia premia a los buenos y a los que en su nombre amparan y reciben a los buenos y a los pobres. Así tiene cuidado de enseñarnos, con manifiestos y evidentes castigos, cuánto se desagrada de los que desechan y escarnecen a los que en su nombre piden ser socorridos y amparados.
Su retrato al vivo es el que se ve en la figura siguiente.